Estudio revela cómo se abordaban las denuncias de agresión sexual en la Edad Media
Los registros medievales escritos muestran claramente que las mujeres denunciaron públicamente y con éxito a los hombres ante las autoridades locales por agresión sexual.
Los testimonios escritos de la época medieval muestran que las agresiones sexuales se denunciaban con éxito a las autoridades, a pesar de los obstáculos legales, sociales e incluso familiares. Hay que tener en cuenta que esto ocurría en una sociedad que no disponía prácticamente de medidas forenses, por lo que la denuncia de cualquier tipo de delito implicaba a menudo que había que fiarse de la palabra de las personas.
Hace casi 30 años, la catedrática de Historia Medieval, María del Carmen Pallarés, llevó a cabo una investigación pionera sobre estos casos en el Ourense del siglo XV, una ciudad de Galicia, en el noroeste de España. Las contribuciones más recientes a este corpus de investigación han seguido arrojando luz sobre casos que se remontan a la Edad Media y más allá.
A día de hoy, sigue siendo difícil actuar con éxito contra las agresiones sexuales. En España, por ejemplo, el proceso de aplicación de una ley apodada «sólo sí es sí» ha puesto de manifiesto el problema de la tipificación de los delitos y la «demostrabilidad» de las agresiones sexuales.
Al rastrear este tipo de delitos en documentos milenarios, las pruebas deben considerarse con cautela, y existen diversas barreras para interpretarlas. Éstas pueden ser lingüísticas (los documentos se redactaron en latín o en lenguas romances antiguas), jurídicas (no existe, por ejemplo, un equivalente jurídico exacto a la definición moderna de violación) y de representación (muy pocos documentos dan detalles concretos de los delitos cometidos).
A pesar de estas limitaciones, he elegido dos casos documentados que muestran claramente a mujeres denunciando y actuando contra agresiones sexuales colectivas o individuales por parte de hombres.
Celanova, Galicia: una nieta denuncia a su abuelo
Los registros escritos, conocidos como cartularios, del monasterio de Celanova, en Galicia, son una excelente fuente de información sobre la sociedad altomedieval del noroeste de la Península Ibérica. Los documentos que contiene son en su mayoría copias de otros anteriores de los siglos X u XI.
Hacia finales del siglo X se cuenta que una mujer, posiblemente una niña, acudió al monasterio para denunciar a su propio abuelo por haber abusado de ella (como se dice en latín: venit ipsa mea nepta in presentia iudices in concilio). No se conoce el nombre de la nieta, ya que el documento se centra en el propio abuelo, que respondía al nombre de Tusto.
En el relato escrito reconoce su culpabilidad, y explica que la denuncia (queremonia) de su nieta fue lo que le llevó ante las autoridades. Al final, el agresor acepta entregar una serie de bienes familiares como castigo por las relaciones ilícitas (adulterio), que pasan a manos del monasterio.
El relato es sorprendentemente explícito al mencionar tanto la conexión familiar como el reconocimiento de culpabilidad. Desgraciadamente, no sabemos nada más sobre Tusto y su nieta anónima, pero sí sabemos por este relato que ella tuvo la oportunidad de denunciar con éxito a su agresor a pesar de la naturaleza de su relación, y que se tomaron medidas.
São Pedro do Sul, Portugal: Jimena y Juan Arias
Otra mención explícita de agresión sexual denunciada se encuentra en un documento fechado casi un siglo después del caso de Tusto.
En este caso, una mujer, Jimena, y su madre, Ducidia, entregan una serie de bienes eclesiásticos a un poderoso magnate local llamado Alvitu Sandizi. Jimena y Ducidia le piden ayuda porque un hombre llamado Juan Arias había intentado agredir a Jimena, o consumar una relación contra su voluntad (en latín se lee: volebat concubare sine mea volumtate). Parece que Alvitu era una autoridad local muy conocida y respetada, lo que explica que recurrieran a él en ese momento.
El elemento más llamativo de este caso es que Jimena aparece en primera persona (mea). Explica que los bienes se habían entregado como protección contra las insinuaciones no deseadas de Juan Arias, y para dejar clara constancia de su explícita falta de consentimiento.
La punta del iceberg
Por supuesto, sería imposible cuantificar el número de agresiones sexuales que tuvieron lugar a lo largo de los siglos. Sin embargo, en nuestro proyecto de tesis doctoral, y en otras publicaciones, hemos intentado recopilar todos los casos registrados disponibles. Los dos enumerados aquí son los ejemplos más claros de mujeres que denunciaron tales delitos, pero no son ni mucho menos los únicos.
Estos relatos históricos van en contra de los cuentos populares y heroicos, como la película de Ingmar Bergman de 1960 "La primavera virgen", o la más reciente de Ridley Scott de 2021 "El último duelo". Demuestran que este tipo de delitos eran denunciados por mujeres a las que se tomaba la palabra, y que los sistemas de justicia ordinarios y establecidos actuaban en consecuencia.
Analizar y conocer estas historias no sólo sienta un precedente histórico para el presente, sino que también nos ayuda a cambiar nuestra forma de ver el pasado. Es responsabilidad de los investigadores históricos aportar estas pruebas y compartirlas. De este modo, las acciones de la nieta de Tusto, Jimena y su madre, y de muchas otras, pueden contribuir a una sociedad en la que se tome en serio a las mujeres que denuncian agresiones sexuales.
Abel Lorenzo-Rodríguez no recibe salario, ni ejerce labores de consultoría, ni posee acciones, ni recibe financiación de ninguna compañía u organización que pueda obtener beneficio de este artículo, y ha declarado carecer de vínculos relevantes más allá del cargo académico citado.