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We Tripantu: celebrando un Año Nuevo Mapuche en Tirúa

Por: María Luisa Wildner
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Entre el 21 y el 24 de junio, diversos pueblos originarios de América celebran el Año Nuevo, realizando ceremonias de entrega, agradecimiento, purificación y renovación espiritual, ligado a un nuevo ciclo de la vida y del año que comienza. Es entre estas fechas donde se produce el solsticio de invierno y a su vez, la noche más larga del año.

En junio de 2017 tuve el privilegio de visitar una comunidad en Tirúa (Región del Biobío) y compartir junto a ellos una de las tradiciones más ancestrales de Chile y de la cultura mapuche: el We Tripantu (we; nuevo y tripantu; año). Esta fecha tiene una importancia enorme en gran parte de La Araucanía, donde los colegios tienen celebraciones toda la semana y las comunidades se juntan para festejarlo guiados por sus respectivas machis.

Llegamos a Tirúa durante la tarde, precisamente a una comunidad de Peleco en Cañete que comienza a preparar su We Tripantu. La idea es comenzar al atardecer.

Anochece y el viento empieza a helar las orejas y narices. En una casona inmensa se comienza a recibir a la gente que llegará para la celebración. Las mujeres preparan sopaipillas caseras y milcao, cuyo aroma impregna la casa completa, abriendo el apetito. De pronto, un mariscal que se cocina lentamente en un fondo gigante, irrumpe con su característico olor, robándose el protagonismo. Se nota que Peleco es zona lafkenche (lafken; mar y che; persona, gente del mar o costeño).

We Tripantu: Así se celebra el año nuevo mapuche

Los sonidos del kultrún, la trutruca y la pifilca anuncian el inicio de la rogativa que durará cerca de tres horas durante la noche. A falta de machi, quien se encuentra enferma, el kimche (kim; sabiduría y che; persona, persona sabia) hace de guía mientras que se planta el nuevo rewe (tótem sagrado en la cultura mapuche), al lado del otro que fue instalado el año anterior. Toda esta ceremonia se acompaña de bailes alrededor de los dos canelos sagrados, siempre en sentido contrario a las manecillas de reloj y con movimientos semicirculares.

Es una noche muy lluviosa. El viento sopla fuerte. Cae el granizo, aguanieve y más lluvia. Contra todo pronóstico, la lluvia cesa cada vez que la gente sale al patio a realizar las rogativas. Las pozas enormes y el barro se mezclan irónicamente con el aserrín de las madereras forestales que destruyen el bosque nativo de la zona, el cual es usado para mantener el rewe y su lugar un poco más seco. Luego se prepara el momento más importante: agradecer por el año que se va y pedir por el que llegará.

Las palabras en mapudungún que el kimche comienza a decir, parecen significar que es momento de sacar una hoja del canelo. Cada uno se dirige lentamente – pidiendo permiso al árbol sagrado– para arrancar una hoja al canelo nuevo. Luego de arrodillarse, sin ningún miedo a manchar la ropa ceremonial especial para ese día, un miembro de la comunidad rocía muday (bebida alcohólica tradicional hecha mediante la fermentación de granos de cereales como maíz, trigo o semillas como el piñón) y ofrece harina tostada para bañar la hoja recién extraída. La rogativa es personal. Algunos lo hacen en silencio. Otros en voz alta. Algunos en mapudungún y otros en español. Todos participan. Mientras esto ocurre, las manos van tambaleándose para ofrecer lo recibido por la hoja a la tierra.

Al terminar vuelven los bailes alrededor del rewe. Las mujeres con sus trapelacuchas de plata (del mapudungun trapelakucha; aguja prendedora o adorno pectoral) y sus trariloncos (cintillos de monedas que en el pasado indicaban jerarquía familia) bailan al son de los instrumentos y de la lluvia, que comienza a caer levemente.

Al finalizar la primera parte de la ceremonia el cielo se manifiesta verdaderamente. Comienza una lluvia torrencial, la gente ingresa a la casa. Ya adentro, el viento y la lluvia harán imaginar que el techo va a ceder en algún momento de la noche. Son alrededor de las 2 de la madrugada.

Al interior de la casa el ambiente es distinto. Luego de la rogativa, se produce una instancia de oración, reflexión y silencio, la comida es lo que sigue en importancia.

La idea es esperar el amanecer del nuevo año despierto, pero ya a las 3 de la madrugada comienza a desaparecer la gente. Camas no faltan. A las 7 de la mañana es la salida del sol, por lo que la gente se despierta cerca de una hora antes. Es hora de recibir el nuevo amanecer. Con los ojos llenos de sueño, pero con la ilusión del nuevo año, se repite la ceremonia de la noche recién pasada pero esta vez con un sol y claridad del cielo que hace gráfico el nivel de agradecimiento que se vivió la noche anterior. Finalmente, la comida.

La tradición de compartir se vive también dentro de la casa, donde una vez finalizada la ceremonia se inicia el segundo desayuno con su posterior almuerzo. Ese año la ceremonia terminó temprano, según comentan quienes ya han participado varias veces en la ceremonia.

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