Un clásico puede cambiarte la vida: siete títulos para adolescentes
Hay libros que no se leen de la misma forma dependiendo de la edad. ¿Qué clásicos merece la pena leer por vez primera en la adolescencia?
No hay nada más atractivo que leer un libro que no ha sido escrito para nosotros. Sobre todo, cuando estamos en la adolescencia. Adentrarse en el mundo adulto a partir de realidades que todavía no hemos conocido pero que ansiamos descubrir es un estímulo poderoso. Por qué, entonces, no pensar en eso, en “ir más allá” cuando elegimos qué leer en esta época.
Hemos preguntado a nuestros expertos qué libros, considerados “clásicos” de la literatura, recomendarían leer en la adolescencia, aunque no estén en los planes escolares o en la mente de los adultos. El resultado es una lista que apela a la curiosidad, excitación, incertidumbre y rebeldía propias de esos años. Y una sabiduría que se quiere transmitir poderosamente: el encuentro con un clásico, con el clásico oportuno en el momento perfecto, puede cambiarnos la vida.
La Eneida, de Virgilio
Aventura, fantasía y amor con desenlace fatal. Ninguno de estos ingredientes falta en las novelas juveniles actuales que llenan los estantes de las librerías. Los mismos elementos aparecen en el libro IV de la Eneida. Tal vez alguien pueda pensar que he perdido la noción de la realidad si recomiendo esta obra cumbre de la literatura latina, un poema escrito por Virgilio en el siglo I antes de Cristo.
El encuentro entre Dido y Eneas, por Sir Nathaniel Dance Holland. Google Art Project
La obra completa cuenta la caída de Troya, el viaje del troyano Eneas por el Mediterráneo hasta Italia (libros I-VI) y las guerras que tuvieron lugar allí a su llegada (libros VII-XII). Pero si algún episodio ha cautivado especialmente la imaginación occidental, este ha sido la fatídica historia de amor entre Eneas y la reina Dido de Cartago, narrada en el libro IV.
Virgilio no la escribió pensando en un público joven, pero lo cierto es que generaciones y generaciones de niños romanos tuvieron la Eneida como lectura básica. Cuatro siglos después, San Agustín contaba en sus Confesiones el profundo impacto que dejó en su imaginación adolescente esta historia de amor desgraciado.
Recomendado por Rosario Moreno Soldevila.
El Señor de los anillos, de J.R.R. Tolkien
Frodo y Sam cruzando la Ciénaga de los Muertos con la guía de Gollum, por Alexander Korotich. Wikimedia Commons, CC BY-SA
Hay clásicos que se ven sobrepasados por sus versiones cinematográficas. Otros resisten, aunque su adaptación sea impecable. Esto sucede con El Señor de los anillos de J.R.R. Tolkien. Por redondas que sean las películas, el poder evocador del texto, el desarrollo de los complejos caracteres de los personajes y el abrumador despliegue que supone la creación de la Tierra Media solo se aprecia en los libros que conforman la trilogía.
¿Por qué lo recomiendo? Porque ofrece la oportunidad de imaginar un ambiente legendario e identificarse con personajes cuyas vidas tranquilas se ven alteradas ante el avance de un mal absoluto e inexorable que compromete la supervivencia del mundo.
Frodo, el protagonista, elige asumir una misión ardua que supera sus capacidades. Una tarea que es sinónimo de la vida compleja a la que nos asomamos en la adolescencia y que se presenta como un reto. Así, acompañamos a Frodo y sus amigos por montañas, llanuras, desfiladeros y bosques, vadeando ríos y sorteando ciénagas, y asistimos a batallas épicas entre fuerzas terribles y destructoras y personajes más o menos nobles, con sus luchas internas y sus contradicciones.
En el trasfondo, cuando todo va a derrumbarse, se mantiene irreductible la amistad sencilla.
Recomendado por Vicente Calvo Fernández.
Los renglones torcidos de Dios, de Torcuato Luca de Tena
Hay algo especial en Los renglones torcidos de Dios que la convierte en una lectura idónea para jóvenes, a pesar de no tener a esa audiencia en mente. El secreto está en su nada disimulado espíritu de best-seller, de narración de intriga confeccionada con mano artesana por Luca de Tena. El suspense nos atrapa irremediablemente desde la primera página, jugando tópicamente, pero con suma habilidad, con nuestras expectativas de detective-lector amateur que entra en la compleja mente de la protagonista, Alice Gould, y se pregunta: ¿es detective o es una paciente más del psiquiátrico donde “investiga”?
Cartel de la adaptación a la gran pantalla de Los renglones torcidos de Dios. IMDB
Toda buena novela de misterio funciona, como lo hace esta, si nos involucra en el “juego” de desentrañar el enigma. Pero hay algo más. Y es que el misterio, que no discrimina por edades, nos da acceso a los “grandes temas”. A un mundo de enfermedad, dolor, sufrimiento, trastorno; y también curación, humanidad, corazón.
Los renglones torcidos de Dios lleva implícita la promesa de que estamos leyendo una novela “para adultos”. Esa clase de experiencias son las que nos hacen crecer: el saber que estamos siendo testigos de un nuevo abanico de experiencias y conocimientos que, hasta entonces, parecían vetados. Y esa emoción, esa ilusión, es un regalo impagable.
Recomendado por Alberto Escalante Varona.
El extraño caso del doctor Jekyll y Mister Hyde, de Robert Louis Stevenson
¿Quién no ha fantaseado alguna vez con manejar a su antojo esa dualidad caprichosa de la que estamos hechos los seres humanos: el bien y el mal, la contención y la rebeldía, las apariencias y la verdadera esencia que no tendría cabida en muchos ámbitos de la sociedad?
Dibujos de Charles Raymond Macauley para la edición de 1904 de El extraño caso del Dr. Jekyll y el Sr. Hyde. Editorial: Nueva York Scott-Thaw. Wikimedia Commons
Es este dilema el que ha convertido la novelita de Stevenson, desde su publicación en 1886, en un auténtico éxito de ventas y un incuestionable clásico. La alegoría sobre la que basa su conflicto es trasparente pero no le resta nada de fuerza a la trama: el doctor Jekyll, un hombre bondadoso y respetable, vive obsesionado con acallar su lado oscuro e inventa un suero para poder neutralizarlo. Sin embargo, el suero le convierte en Mister Hyde, un ser violento, lujurioso y amoral que poco a poco se va apoderando de su lado virtuoso hasta aniquilarlo.
El conflicto no puede resultar más apropiado para una edad, la adolescencia, en la que experimentamos una auténtica metamorfosis física y mental y la identidad se tambalea entre lo que el mundo espera de nosotros, las expectativas que nosotros mismos ostentamos y nuestra propia esencia a la que no siempre podemos o queremos serle fiel. Además del poso ontológico, la novela atrapa por su certero manejo del terror y el misterio y su planteamiento sintético y directo. No dejará indiferente a ningún lector.
Recomendado por Eva Elena Llergo Ojalvo.
Carta de una desconocida, de Stefan Zweig
Leí Carta de una desconocida de Stefan Zweig por recomendación de un joven muy querido. “Léelo, te gustará”. Y así fue. Es una historia breve pero intensa que atrapa. Bien escrita, maravillosamente narrada, con una prosa atractiva de ritmo ágil, envuelve al lector en sentimientos y emociones completamente actuales.
Fotograma de la adaptación cinematográfica de Carta de una desconocida en 1948. IMDB
Una carta, una desconocida, alguien que lee, y con él, sin poder parar, casi sin respiración, leemos nosotros. Un relato que nos acerca a lo más profundo de un corazón plenamente y totalmente enamorado.
En él se pueden rastrear temas universales tanto hoy como en el pasado: el amor que nos hace ser mejores personas, el amor como enfermedad y locura, la cárcel de amor, la dependencia emocional, los celos. Temas presentes en las canciones que escuchamos y en las series y películas más recientes. Carta a de una desconocida nos ayuda a entender el poder, el sentido o la sinrazón presentes en el amor más arrebatador.
Recomendado por Ana Cristina Formento Torres
Sobre la violencia, de Hannah Arendt
Este pequeño ensayo lleva la firma de una de las filósofas más importantes del siglo XX, Hannah Arendt. En él se resumen muchas de las tesis que encontramos en su obra más importante, Los orígenes del totalitarismo.
Fotografía de Hannah Arendt en 1924, cuando tenía 18 años. Yale University Press/Wikimedia Commons
Arendt observa con preocupación el uso de la violencia en un mundo altamente tecnificado y analiza su incidencia en el ejercicio del poder, tradicionalmente en manos de los Estados. A partir de este hilo conductor, examina los conceptos de autoridad, progreso o fuerza, entre otros.
En sus cerca de cien páginas, este trabajo nos ofrece reflexiones soberbias en pequeñas píldoras, como la que distingue entre la forma extrema del poder, el “Todos contra Uno”, y la forma extrema de violencia, el “Uno contra todos”. Para Arendt el poder se ejerce concertadamente porque pertenece al grupo. Por eso, nos dice, allí donde el poder se ha desintegrado, se hace posible la revolución.
Estamos ante un ensayo excelente, escrito de manera clara y sencilla, que invita a la reflexión sobre un tema que, lamentablemente, siempre está de actualidad.
Recomendado por Iker Martínez Fernández.
Hamlet, de William Shakespeare
Si, como sostenía Ítalo Calvino, un clásico es un libro que nunca termina de decir lo que tiene que decir, entonces podemos afirmar que Hamlet es un clásico en toda regla.
Ilustración de Eugène Delacroix de la muerte de Hamlet. Cleveland Museum of Art/Wikimedia Commons
Aunque las últimas palabras pronunciadas por Hamlet al final de la obra (¡atención spoiler!) decreten el silencio eterno tras su muerte, lo cierto es que las elevadas cotas de introspección de este personaje y el eco de su verbo torrencial resuenan hasta nuestros días. A ello hay que añadir el poder adictivo de la trama ideada por Shakespeare: el fantasma de un rey difunto se aparece ante su hijo para pedirle que vengue su muerte cruel a manos de su hermano, actual rey de Dinamarca.
Lo que inicialmente puede resolverse con un simple duelo entre tío y sobrino, se retuerce porque Hamlet demora constantemente la acción y es, precisamente aquí, donde radica la tragedia del héroe shakespeariano: su deslumbrante lucidez opaca sus decisiones, y el devenir del personaje y sus acciones se vuelven trágica e inevitablemente erráticos.
Hamlet no se acaba nunca.
Recomendado por David Amezcua Gómez.
Foto de portada: debasige/Shutterstock
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