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Por qué el teatro nos emociona tanto

Por: The Conversation
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Los estímulos visuales y auditivos que recibimos activan en nuestro cerebro diferentes áreas que nos permiten percibir la belleza y sentir en primera persona lo que ocurre en el escenario.

Foto de portada: Kozlik/shutterstock

Históricamente, el teatro ha desempeñado un importante papel como forma de expresar fielmente la realidad social. Sin embargo, tiene sus propias características, símbolos y signos, por lo que no siempre es fácil entenderlo y disfrutarlo.

En un estudio publicado en 2017, descubrí que al ver una obra de arte, incluso una de teatro, disfrutamos de una representación única de un objeto imaginado, como se describe en el libro El imaginario del filósofo y dramaturgo francés Jean-Paul Sartre.

Continué esta investigación en 2023 utilizando un enfoque empírico para observar el arte, el enfoque neuroestético, cuyo objetivo es observar la relación entre la experiencia estética (el sentimiento objetivo del arte que surge del reconocimiento de que algo es realmente bello) y la función cerebral al ver teatro.

Gracias a este enfoque, podemos ver la experiencia estética del público de forma más concreta, al vincular la mirada y la red de sistemas nerviosos del cerebro. De este modo, podemos comprender mejor las emociones que surgen al contemplar las artes escénicas.

¿Qué es la neuroestética?

La neuroestética es un campo de estudio interdisciplinar que investiga la relación entre neurociencia y estética. Su objetivo es comprender cómo el cerebro procesa y responde a la belleza, y cómo las experiencias estéticas pueden afectar a los sentimientos, pensamientos y comportamiento de una persona.

La neuroestética puede conciliar las visiones objetiva y subjetiva del arte. Por ejemplo, demostrando que ciertos estímulos visuales, como los colores o ciertos símbolos en escenas teatrales, pueden suscitar respuestas estéticas positivas en diferentes culturas e individuos.

Por ejemplo, existen diferentes significados del color rojo en distintas regiones. En América del Norte y Europa, el rojo se considera un símbolo de pasión, emoción y amor, mientras que en América Central y del Sur, aunque el rojo sigue simbolizando la pasión y la emoción, también se asocia a menudo con el cristianismo, concretamente con la sangre de Cristo y la crucifixión. Por su parte, los países asiáticos consideran el color rojo como símbolo de prosperidad.

Al mismo tiempo, la neuroestética también hace hincapié en el papel del contexto y los condicionamientos culturales en la configuración de la propia experiencia estética. Un estudio reveló que factores como las normas sociales, los antecedentes históricos y las experiencias personales también pueden influir en nuestra percepción de la belleza y en la forma en que respondemos a determinadas experiencias estéticas.

La experiencia de ver cuadros europeos o chinos

Por ejemplo, una investigación de 2019 intentó establecer una comparación entre la experiencia estética de las personas al contemplar pinturas europeas y chinas empleando la técnica de la resonancia magnética funcional (IRMf). La IRMf es una herramienta para detectar qué zonas del cerebro están activas mientras se realizan diversas tareas.

La experiencia estética de una persona al mirar cuadros europeos mostraba una activación cerebral diferente que al mirar cuadros chinos.

Las pinturas europeas activaban emociones más intensas en las áreas visual y sensoriomotora, el córtex cingulado posterior, que regula el foco de atención, y el hipocampo, asociado a la memoria.

Pero al observar pinturas chinas tradicionales, que generalmente utilizan perspectivas geométricas diferentes y hacen más hincapié en la información contextual, los participantes en el estudio mostraron una mayor actividad neuronal en la corteza occipital, que procesa la información visual, así como en el lóbulo parietal, que se encarga de responder a estímulos e interpretar mensajes.

Basándonos en estos estudios, podemos ver que la comprensión y el juicio del arte se basan básicamente en el gusto personal y la interpretación dentro de la experiencia estética de cada individuo. En este contexto, por supuesto, las afirmaciones unilaterales no pueden ser objetivas, porque cada individuo tiene una experiencia estética diferente que no se puede generalizar.

Además, la suposición de que el arte es “bello” es esencialmente absurda. El arte siempre presenta dos caras a la vez: una bella y otra no bella. Por supuesto, la palabra “bello” aquí puede cambiarse según el gusto de cada uno; por ejemplo: teatro humorístico, teatro crítico, teatro absurdo/complejo, etcétera.

Al valorar las obras de arte, tendemos a utilizar nuestra experiencia estética para desarrollar preferencias. Pero, en realidad, en la valoración de las obras de arte también pueden influir otros factores, como el conocimiento y la experiencia previos con obras de arte similares.

Nuestro cerebro nos permite “vivir” el teatro

Disfrutar de una obra de arte, en este caso de una representación teatral, a menudo hace que nos invadan diversas emociones.

Cuando vemos una representación teatral, nos concentramos plenamente en nuestros sentidos visuales y auditivos. Cuando vemos a los actores representar una escena emotiva, por ejemplo, se activa automáticamente la región del cerebro implicada en la empatía.

Esto sugiere que podemos procesar las emociones presentes en el escenario e imaginarlas. Además, el uso de la música y el sonido en el teatro también desempeña un papel importante a la hora de mejorar la experiencia estética. Porque la música y el sonido pueden crear una ilusión más fuerte, uniendo al público con la escena. Por ejemplo, en un momento triste la música tiende a contener notas desgarradoras.

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Durante una representación teatral, empatizamos con lo que ocurre en el escenario. El público no sólo observa la obra, sino que también comprueba en su interior sus recuerdos, sentimientos, conjeturas y perspectivas sobre lo que ocurre en el escenario. Los espectadores dan vida al personaje interpretado por el actor y lo imaginan en su mente.

Básicamente, la empatía es el puente entre el público y los actores. Cuando vemos una acto de tortura, nuestro cerebro tiende a asociarse con la víctima. Podemos sentir el dolor de ser golpeados y la emoción de la escena.

Gracias a la activación en nuestro cerebro de diferentes áreas sensoriales, podemos “vivir” intensamente lo que les sucede a los actores. Es la magia del teatro.

The Conversation
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Yogie Pranowo no recibe salario, ni ejerce labores de consultoría, ni posee acciones, ni recibe financiación de ninguna compañía u organización que pueda obtener beneficio de este artículo, y ha declarado carecer de vínculos relevantes más allá del cargo académico citado.

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