El duro camino de Fernanda Fuentes para ser cocinera
Desde que terminó el colegio a los 18 años Fernanda decidió que quería estudiar gastronomía, tuvo que convencer a su padres demostrándoles su pasión por la cocina, luego tuvo que luchar por hacerse un espacio en un ambiente machista, a pesar de todo asegura que “Los sueños se cumplen”.
Así lo contó la chef y jurado de nuestro programa Master Chef Celibrity a la revista Puntos de Inflexión de La Segunda, en donde afirmó que “las mujeres no somos una moda en la actualidad gastronómica; siempre hemos estado, lo que pasa es que no nos han visto. Mi reclamo, mi lucha y mi trabajo diario es para que nos devuelvan el espacio que nos han arrebatado. Para ello, yo doy ese espacio en mi restaurante”
Fernanda contó al mismo medio que cuando terminó su etapa escolar a los 18 años le contó a sus padres de su decisión de estudiar gastronomía, en ese momento se lo negaron, pero a cambio le hicieron una propuesta, debía convencerlos de que era su pasión y de que quería dedicarse a esto toda la vida, la obligaron a cocinar, “Cociné por más de 400 días, con la convicción de que haría lo que me apasionaba por el resto de mi vida. Cociné con el recuerdo, cociné sin estudios, cociné para convencer de algo que yo ya estaba convencida: ser cocinera”.
Pero esa sólo era la primera prueba, al entrar a estudiar pensó que su mayor competencia serían otras mujeres, pero no fue así, en ese momento se enfrentó al machismo imperante en la profesión: “desde profesores que me decían que jamás lograría ser cocinera hasta compañeros que me robaban los ingredientes en mis pruebas porque ellos los necesitaban”.
Con el tiempo sus metas fueron más grandes, sabía que quería ser su propia jefa, admiraba a chef internacionales, quería ser como ellos, exitosos, líderes de grandes cocinas, descubrió lo que significaba obtener una estrella Michelin y se propuso ganar una para su futuro restaurante “Ilusa, les conté mis planes a mis compañeros que se rieron de mis sueños y metas.”
Las dificultades continuaron, en su primer intento por conseguir un trabajo se vio compitiendo con un compañero de escuela “delante de él, el chef me miró y me dijo que ni lo pensara, que ese puesto no era para mí. No se trataba de mis conocimientos, no se trataba de mis aptitudes ni de que debía aprender más, se trataba de que por ser mujer no servía”.
Pero nuestra jurado no se rindió, y aunque esa puerta se le cerró, encontró la oportunidad de irse al extranjero, se fue a España a probar suerte, por allí conoció a Andrea, un italiano cocinero y su actual marido “ha sido mi compañero prácticamente desde que llegué a España”.
“Los sueños se cumplen. Luego de estar más de tres años trabajando juntos, y a un año de haber abierto nuestro propio restaurante NUB, llegó lo que tanto esperaba: mi primera estrella Michelin. Es un restaurante que tiene alma, que no solo da comida, sino que alimenta, un restaurante creado con conciencia, para así poder educar y transmitir el respeto por nuestras culturas” destacó Fernanda.
Es la única mujer en su restaurante y se siente privilegiada de que muchos estudiantes quieran aprender de ella, dice que recibe practicantes todo el año, pero que tiene cierta preferencia por las mujeres, para ayudarlas a abriles un camino en una profesión en la que hay que luchar el doble para sobresalir.
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