Violencia de género: Un desafío pendiente para los colegios
Por Carolina Reyes Cristi, psicóloga, Magíster en Psicología Educacional y Directora del Colegio Monteluz
El 8 de marzo, conmemoramos el Día Internacional de la Mujer. Esta fecha, viene a recordar la relevancia de la lucha de las mujeres para conseguir la igualdad de derechos en los diversos ámbitos de la sociedad.
Es un día, donde se alza la voz para manifestar, exigir y reclamar la equidad de género y el fin de la violencia y la discriminación hacia las mujeres, buscando así sensibilizar a la sociedad sobre la importancia de abordar y eliminar dicha discriminación y violencia que se ha acarreado desde hace siglos.
Si bien, en los últimos años, el movimiento feminista ha ido cobrando fuerza, es esencial educar en estos temas a las nuevas generaciones, a nuestros niños, niñas y jóvenes de la sociedad actual y para esto, la educación que ocurre al interior de los colegios es clave para construir una sociedad más justa, más equitativa y libre de violencia hacia la mujer. La prevención sobre este tema es fundamental.
Siendo la familia el primer agente de socialización más relevante en la vida de los niños, niñas y jóvenes, el colegio, viene a ocupar el segundo lugar. Sin embargo, si consideramos que la niñez pasa la mayor parte de su tiempo en las instituciones escolares, es esencial entonces que dichos espacios, se conviertan en promotores educativos para erradicar prácticas que lleven hacia la desigualdad, la separación y la violencia, para construir otras que fomenten, el respeto, la igualdad y el amor.
De esta forma entonces, se hace necesario que los colegios puedan incorporar en sus prácticas cotidianas, juegos, reflexiones y conversaciones que permitan derribar los estereotipos de género, ya que estos sólo rigidizan más la manera de comprender las diferencias y no permite la flexibilidad necesaria para significar y valorar dichas diferencias. De este modo, comprender que a las mujeres les puede gustar el azul, jugar fútbol y subirse árboles así como a los hombres les puede gustar el rosado, jugar a la familia y sentarse a conversar, son hitos que van ayudando a que desde pequeños, podamos vincularnos desde una apertura a los comportamientos que cada género puede evidenciar, sin juzgar, castigar o sancionar por no cumplir con dichos estereotipos.
Junto con esto, la educación y empoderamiento en los derechos de los niños, niñas y jóvenes es necesario para que sepan aquellos actos, hechos y circunstancias que son “exigibles” en su vida.
Asimismo, educar en prácticas y reglas sanas de convivencia escolar democráticas y participativas, basadas en el respeto y la colaboración, estableciendo al mismo tiempo consecuencias claras frente al no cumplimiento de éstas.
Finalmente, es muy importante incorporar en los programas educativos de afectividad y sexualidad de los colegios el eje de género, para erradicar como señalé anteriormente, los estereotipos de género y promover así la igualdad de oportunidades y derechos, generando una mayor flexibilidad en la forma de vincularse.
Es clave educar en autoestima y amor propio como base para aprender a valorarse y validarse y así, lograr una mayor seguridad en la manera de vincularse con un otro, tales como la capacidad para aprender a establecer límites, decir qué me gusta, qué no, qué quiero y qué no voy a permitir, fortaleciendo el sentido de autoafirmación personal.
Y en la etapa de los más jóvenes, incorporar también la relevancia de educar para aprender a identificar los patrones de las relaciones de pololeo tóxicas con prácticas que denigran el sentimiento de valoración personal, que tratan a la mujer como una propiedad del hombre y que perpetúan así patrones de violencia. Fomentar las relaciones sanas basadas en el buen trato, amoroso, comprensivo y compasivo hacia el otro.
Somos por naturaleza seres sociales y es por esto, que debemos educar a nuestros niños, niñas y jóvenes a relacionarnos desde el respeto, la colaboración y el amor. Esto es algo que no sólo se aprende desde programas educativos, sino que en los modelos de relación cotidiana que entrega por sobre todo la familia, siendo así un trabajo en conjunto y de responsabilidad de los adultos que estamos a cargo.