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Los tesoros humanos de Victoria

Por: María Giacoman
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Si bien ellos no son reconocidos por la UNESCO o por el Estado, para mí son verdaderos tesoros humanos vivos o lo más cercano a ello. Me refiero a don Víctor Quincha y Gamaliel Quincha, artesanos y trabajadores mapuche provenientes de la comunidad Trangol, en la comuna de Victoria (Región de la Araucanía).

por Daniela Riquelme

Durante el verano me dediqué a grabar a distintos personajes de Victoria: agricultores, artesanos, componedores de huesos, etc. Entre ellos estaba don Víctor Quincha, quien al momento de conocerlo, llegaba en su carretón a casa, acompañado de su señora. En él se nota el pasar de los años y la dureza del campo. Me invita a pasar a su taller, un lugar muy humilde. Mueve unas sillas, las mismas que hace con sus propias manos, y me invita a tomar asiento. Coloco mi cámara y empezamos a hablar. Me cuenta que trabaja armando sillas y diversos muebles desde pequeño, ya que aprendió gracias a su padre. El trabajo le parece sencillo, dice que puede armar hasta cuatro sillas diarias y que las vende rápido, ya que la gente las prefiere por ser más resistentes.

Es un hombre de pocas palabras, por lo que prefiero dejar que su trabajo hable por sí solo. Con gran habilidad toma la pita, que él mismo cultiva, la cual remoja para que sea más fácil de trabajar. La enrolla, estira y teje sus sillas con tal destreza que parece un trabajo fácil.

Unos cuantos kilómetros más allá se encuentra don Gamaliel Quincha, un conocido componedor de huesos con una personalidad poco habitual en el campo. Nos recibe en su “consulta”, donde está todo muy ordenado, decorado con artículos mapuche y carteles sobre el cuerpo humano. Su camilla es un catre antiguo y sus sillas de espera son una banca construida por el mismo.

El hombre se sabe vender, habla sin parar sobre su trabajo, pero siempre con humildad. Su trabajo también lo aprendió de su padre, pero él ha innovado estudiando la anatomía humana. Cuenta que ha atendido clavículas rotas, tobillos esguinzados e incluso caderas, todo esto con el poder de sus manos y sus plantas medicinales, como el maque y la zarzaparrilla. Sin duda esto se aleja de los tratamientos a los que estamos acostumbrados hoy en día, pero si nuestros ancestros reemplazaron los fármacos y tratamientos costosos con masajes con poca o nula técnica y plantas medicinales, no es una mala alternativa visitar a don Gamaliel.

La sencillez del campo es inigualable. Con su gente humilde, que te recibe con un vaso de agua a pesar de las sequías del verano o sopaipillas a las cuales no puedes negarte. Valoremos a estos tesoros y muchos más que trabajan día a día desde sus casas manteniendo legados muy antiguos que  han construido nuestra historia. La historia del Chile humilde, del Chile sabio.

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