Experiencia 13C: Viaje al corazón de ALMA
Periodistas de 13C tuvieron la oportunidad de recorrer y conocer el proyecto astronómico más grande del mundo, ubicado nada más, ni nada menos que en Chile.
Pasan los kilómetros y la vegetación poco a poco cambia. A medida que avanzamos y subimos en altitud, el paisaje se transforma. De pequeñas plantas y arbustos verdes en este inhóspito clima del desierto altiplano, pasamos a grandes extensiones de especies que tienen un color más amarillento y beige. Se acaban los algarrobos y chañares, y nos encontramos con dominantes cactus. En el fondo, podemos ver las imponentes montañas y volcanes del altiplano, las que zigzagueamos y subimos a través de una carretera de tierra. De pronto, aparece una, luego dos, más lejos unas cuantas más impresionantes estructuras, son las antenas que dominan el Llano de Chajnantor, uno de los lugares que componen el Atacama Large Millimeter/Submillimetter Array, más conocido por todos como ALMA.
Ubicado a 50 kilómetros al este de San Pedro de Atacama, en la Región de Antofagasta, se encuentra este proyecto, considerado como el más grande de la observación espacial en el mundo. Este se divide en dos grandes recintos: uno es el Centro de Apoyo a las Operaciones (OSF, por sus siglas en inglés), y el otro es donde ocurre la magia, el Sitio de Operaciones del Conjunto (AOS), donde están las antenas que conforman este súper radiotelescopio. Existe un tercero, no menos importante, que es el centro donde se ubican las oficinas de ALMA (SCO), que están en Santiago.
Una vez que nos bajamos de la camioneta, fuimos golpeados por un estremecedor frío, potenciado por un fuerte viento que rondaba los 30 km/hr, la sensación térmica era de -2ºC, y el sol brillaba como si nada sobre esta zona que está a más de 5.000 metros de altura. Parecía difícil entender estas condiciones, pero para los ingenieros y técnicos que trabajan en este lugar, es sólo el pan de cada día. Nosotros, por nuestra parte, tuvimos que pasar por una serie de pruebas médicas en el policlínico que está en OSF para poder subir. De hecho, sobre nuestras espaldas teníamos mochilas con tanques de oxígeno.
“Estamos en una región súper remota. El trabajo se tiene que realizar con lo que denominamos, el turno de trabajo. La mayoría de los cargos de ALMA están duplicados. Hay dos personas haciendo el mismo trabajo. Le llamamos a esto el ‘contraturno’. Entonces, lo que sucede es que, para organizar este trabajo que tiene varias dificultades, no sólo técnicas, sino que también logísticas, el observatorio trabaja 24/7. La luz del sol no es un problema para las observaciones de ALMA”, explica Danilo Vidal, Encargado de relaciones comunitarias de ALMA.
Y es que en este megaproyecto está implementado un sistema parecido al de la minería, el que contempla ocho días de trabajo y seis de descanso. Los empleados viajan desde distintas partes de nuestro país para quedarse en una especie de ciudadela, ubicada en el OSF, que tiene un hotel, un gran comedor, salas de esparcimiento, de cine y otros servicios únicos para poder sobrellevar la vida en la altura. Pero ojo, esto no es para turistas, todo es para el staff y las visitas científicas que vienen al observatorio por algunos días.
“Pasamos mucho tiempo en equipo, lo que hace que se generen lazos de amistad bastante fuertes. En este momento, de mis cinco mejores amigos, tres trabajan en ALMA”, relata Vidal. El esfuerzo que realizan científicos, ingenieros y operativos es gigantesco para lograr un resultado que pueda satisfacer los proyectos enviados por astrónomos de 21 países que son parte de las organizaciones que dan vida a este observatorio.
El observatorio que aportó en la imagen del Agujero Negro
Muchos recuerdan la afamada imagen del Agujero Negro que fue revelada en abril de 2019, una gigantesca “rosquilla” que es más grande que el mismo sistema solar. Se trata de Sagitario A, un fenómeno astronómico descubierto por más de 200 astrónomos, donde se utilizó un conjunto global de ocho radiotelescopios terrestres, que operan gracias a la colaboración internacional que hay en la comunidad científica. Entre estos, estaba ALMA. “Al ser el telescopio milimétrico más grande del mundo, fue clave en esta colaboración”, dijo en su momento, Sean Dougherty, director de este superproyecto.
Para muchos, las imágenes que se logran del universo son tomadas por telescopios ópticos, como Paranal, La Palma, o Mauna Kea, o algunos espaciales como el James Webb y el Edwin Hubble -próximo a retirarse-, que son de la NASA que captan y analizan la luz visible. Sin embargo, los secretos más grandes y los lugares más increíbles del espacio son detectados gracias al radiotelescopio de ALMA, compuesto por 66 antenas que pueden cambiar sus direcciones, ubicarse en distintas zonas y observar hasta el inicio del universo.
Fue así como fuimos testigos de la reubicación de una de estas estructuras, la que fue trasladada a través de “Otto”, uno de los dos super camiones que pueden transportar las antenas de un punto a otro. Estamos hablando de un vehículo con la capacidad de mover algo que pesa más de 100 toneladas, y tiene que tener la suficiente sutileza para no dañar ningún componente de última generación para la correcta observación del universo.
Lo más curioso, es que era conducido con un radiocontrol, una especie de joystick con muchos botones para comandarlo.
En términos técnicos, el radiotelescopio ALMA consta de 66 antenas de alta precisión que operan en longitudes de onda de 0,32 a 3,6 mm. Su conjunto principal incluye cincuenta antenas de 12 metros de diámetro, actuando como un interferómetro. Además, hay un conjunto complementario con cuatro antenas de 12 metros y doce antenas de 7 metros. ALMA puede distribuir sus antenas en configuraciones variables, con distancias entre ellas desde 150 metros hasta 16 kilómetros, logrando así imágenes más detalladas que las del mismo Hubble.
La gran magia de ALMA es que todas estas antenas pueden fusionarse, convirtiéndose así en un super radiotelescopio que puede llegar mucho más allá de lo que uno puede creer. Esto se define como interferómetro, una combinación única que se hace gracias a un correlacionador, el que es un supercomputador que reúne todos los datos que las antenas pueden absorber.
Lo que pueden detectar estas antenas, es el llamado “Universo oscuro”. Son capaces de absorber información de ondas milimétricas y submilimétricas que en cada momento vienen del espacio. Todas cargadas de datos sobre, como lo define ALMA, nuestros orígenes cósmicos. “Los campos en los que se ha contribuido son los de la cosmología, o sea, objetos muy al inicio del universo, muy lejanos de nosotros. Ahí hemos podido hacer contribuciones grandes, en el sentido que siempre ha habido una discusión, de cómo se formaron las primeras galaxias”, explica Baltazar Vila, Astrónomo de Sistema del observatorio ALMA.
Pero, no solo el campo de la cosmología es uno de los frentes de este proyecto astronómico, también es comprender la química del espacio interestelar, donde hay una gran discusión sobre el origen de la vida. “Siempre ha sido importante ver qué moléculas, como cuánto de complejas pueden ser las que están en el espacio, no en un planeta, sino ahí flotando en las nubes de gas. Se han encontrado moléculas muy complejas, incluso, se han observado aminoácidos, algo principal para la bioquímica de los seres humanos. Entonces, se han encontrado moléculas bastante complejas sueltas en el espacio”, relata Vila.
También se han realizado hallazgos que hasta hace poco no se sabía que eran posibles según el astrónomo de ALMA: “Formación de planetas. En general, ese es un tema muy importante, porque hasta hace muy poco no teníamos evidencia que hubiesen exoplanetas. Ahora tenemos ya miles de estrellas en las que se han visto que hay candidatos alrededor, y básicamente estamos cubriendo esa zona que en observación óptica no sería posible”.
Sin duda, ALMA es uno de los proyectos más grandes de la historia no sólo de la astronomía, sino de toda la humanidad. Entender nuestros orígenes, encontrar el inicio de la vida y comprender cómo funciona el espacio es el objetivo de este super proyecto que cada año nos sorprende con grandes hallazgos.